La educación en el camino hacia el desarrollo

La educación en el camino hacia el desarrollo
La importancia y el esfuerzo que como sociedad le dedicamos a la educación es realmente la clave.Alejandra Fuenzalida, gerente General de United Way Chile

En la actualidad existe consenso en que una de las grandes variables que determinan por qué algunos países son más desarrollados que otros es la accesibilidad a la educación.

Mientras usted lee esta columna de opinión, unos 124 millones de niños en todo el mundo no reciben educación primaria o secundaria debido a factores como la pobreza, la falta de infraestructura y de profesores, la discriminación o los conflictos armados. Sin duda, esta cifra entregada por la UNICEF nos debe llamar a la reflexión, más aún cuando esta misma organización señala que para el año 2030 más de 160 millones de niños seguirán viviendo en condiciones de pobreza, principalmente debido a la falta de educación y de oportunidades de desarrollo.

Si bien la realidad en Chile es diferente y demuestra que hemos avanzado en materia educativa, en especial en términos de educación inicial y superior, tenemos por delante grandes desafíos para continuar acortando la brecha formativa que aún persiste en nuestra sociedad. Un ejemplo de ello es el informe “Education at a Glance”, difundido por la OCDE el año pasado, que arrojó que en Chile sólo el 44% de los niños de tres años asistió a un recinto educacional, lo que ubicó a nuestro país en el lugar 28 entre 34 naciones, por debajo de Portugal y Polonia. Además, indicó que estamos lejos del promedio internacional registrado por el mismo organismo, que es de 70%.

En la actualidad existe bastante consenso en que una de las grandes variables que determinan por qué algunos países son más desarrollados que otros es justamente la accesibilidad a la educación y sobre todo, la importancia que las diferentes sociedades dan a la etapa formativa de los niños como motor de nivelación social, crecimiento familiar y desarrollo nacional. En este sentido, el debate de cómo avanzamos no sólo tiene que ver con índices de cobertura, aún cuando según estadísticas del Mineduc en 2014 Chile presentó un déficit de atención de 1.200.000 niños y niñas, lo que por sí mismo habla de la necesidad de avanzar también en ese sentido.

El análisis que debemos hacer es mucho más amplio que el número de establecimientos educacionales que existen en el país. Hoy no basta sólo con que los niños asistan al jardín infantil o al colegio, si ese lugar no cuenta de forma permanente con el apoyo económico necesario, con los implementos básicos para poder aprender y con profesores motivados. Y tampoco sirve si en la casa de ese niño o niña no existe valoración real por la educación.

La importancia y el esfuerzo que como sociedad le dedicamos a la educación es realmente la clave. Y ello debe materializarse en un compromiso verdadero y un involucramiento efectivo de todos los estamentos del país, desde las instituciones públicas y el sector privado, hasta las organizaciones de la sociedad civil y las propias familias de los niños.

Al momento de proyectar el Chile del futuro, resulta entonces fundamental pensar en la educación como la mejor “inversión país” que podemos hacer. Y esto no es sólo una opinión personal. Los mismos registros de la UNICEF indican que 1 millón de dólares invertidos en educación, equivale a 10 millones de dólares en crecimiento económico. Además, si todos los estudiantes de los países menos desarrollados tuvieran aptitudes de lectura básicas, sería posible mejorar el estado de vulnerabilidad del 12% de las personas en situación de pobreza, lo que es cerca de 170 millones de seres humanos.

Y eso no es todo. El profesor James Heckman, Premio Nobel de Economía el año 2000, publicó un extenso informe en el que plantea los múltiples beneficios que tiene la educación inicial para el desarrollo de las personas. Para Heckman un proceso educativo temprano de alta calidad es la medida más eficaz para reducir la desigualdad, fortalecer habilidades sociales como el autocontrol, la apertura a nuevos aprendizajes, la flexibilidad para encarar desafíos y la habilidad para interrelacionarse con otros seres humanos, y ayuda también a compensar las desventajas con las que parten los niños que provienen de hogares más desfavorecidos.

En palabras sencillas, indica que es esencial trabajar en las primeras fases del desarrollo de los niños, pues “es mucho más eficaz y sencillo predistribuir que redistribuir”.

Como podemos apreciar, los beneficios de trabajar juntos en la educación de los niños es una decisión que nos ayudará a heredar un mejor país a las futuras generaciones de Chile, con más oportunidades de desarrollo y mejores perspectivas de crecimiento para todos sus habitantes.

Este desafío nos corresponde a todos, construyendo un marco político y social que ponga en el centro de la agenda un conjunto de medidas y prácticas que permitan que todos los niños tengan igualdad de oportunidades. Y esto significa que puedan recibir, tanto en sus familias como en los colegios o en cualquier otro espacio de aprendizaje, toda la motivación, los recursos y la estimulación cognitiva y socio-emocional que les permita alcanzar su potencial como personas.

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