Ser digital es pensarse distinto a partir de nuevas capacidades.
Las organizaciones se encuentran hoy ante un escenario de fuerte transformación de sus negocios. El abordaje hacia una compañía digital nace de una profunda convicción: el negocio que nos trajo exitosamente hasta aquí no es en esencia el mismo que nos conducirá en adelante.
La agenda viene definida en simultáneo por la evolución y superposición de dos fuerzas: la transformación del cliente, que exige agilidad, simplicidad y capacidad de auto gestionarse; y la evolución a velocidad exponencial de nuevas soluciones tecnológicas.
Esto nos obliga a redefinir las estrategias comerciales y operacionales. Hay que resolver esta problemática de múltiples variables con bajo grado de certeza, con un abordaje que permita aprender y adaptarse con rapidez mientras desarrollamos la solución.
Ser digital es pensarse distinto a partir de nuevas capacidades. Nuevas tecnologías, nuevas reglas, nuevas políticas, nuevo enfoque de propuesta de valor, nuevas formas de resolver las cosas, nueva respuesta competitiva.
Cuando incorporamos tecnología, adecuamos procesos, pero no llevamos a profundidad este cambio, estamos eligiendo ser más digitales que antes. No está mal, excepto que el resto del mercado con el que competimos, haya decidido ir más a fondo, por sí o por la creación de una empresa nueva anidada al negocio tradicional.
Como en un iceberg, debemos trabajar con la “empresa visible” y la “empresa profunda”, donde residen tanto nuestras capacidades como nuestras mayores restricciones para ser digitales.
Ser una compañía digital consiste en poder configurar experiencias de clientes de alta calidad en los diversos canales de contacto (“empresa visible”), integrando de manera efectiva la organización (la “empresa visible” con la “empresa profunda”) e interactuando con el ecosistema.
No existe una única receta para abordar esto, depende de la compañía y su contexto particular. No obstante, para abordar el camino al ser digital será indispensable trabajar en múltiples frentes en forma simultánea, con bajo nivel de certeza, asegurando la visión del futuro y gestionando las inversiones a realizar, así como la capitalización de resultados estructurales en el camino. Se trata, en definitiva, de avanzar consistentemente en un enfoque evolutivo.
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