Menos trabajo y más productividad sí es posible

Menos trabajo y más productividad sí es posible

Si deseamos reducir las horas laborales, sería necesario invertir recursos en más personal, innovación tecnológica o capacitación del personal existente para aumentar su productividad.

La discusión de la reducción de la jornada laboral nos plantea varios dilemas, entre ellos, el de la productividad. Cualquier economista, en general, al hablar de productividad tendrá en mente tres conceptos: el factor humano, el capital y la tecnología, que repercuten en mayor o menor proporción dependiendo de cada caso, pero que se rigen por un principio transversal, que es la productividad.

Si cualquiera de estos factores decae la producción también lo hace, a menos que sea compensado con un aumento de los otros elementos. En ese sentido, si deseamos reducir las horas laborales, sería necesario invertir recursos en más personal, innovación tecnológica o capacitación del personal existente para aumentar su productividad. Esto conlleva, a su vez, un cambio de mentalidad para favorecer la innovación y la productividad.

Este cambio de mentalidad no es fácil de lograr, ni se consigue de un día para otro, pero se puede alcanzar en algunos años, por lo que el ajuste a la jornada laboral debiera tratarse de manera gradual, dándole tiempo a la fuerza laboral para ajustarse a las nuevas necesidades.

¿Cómo ayudamos a este aumento de productividad?

Flexibilidad laboral. Si queremos lograr los mismos, o mejores, resultados actuales con menos horas de trabajo es necesario mejorar el rendimiento de la jornada. Muchas veces las horas de trabajo dependen de los clientes y no de la empresa en sí, por lo que la previsión de la carga laboral futura es imprescindible para poner los esfuerzos en aquellas horas claves. En el fondo, es mucho más conveniente trabajar 40 horas cuando hay que hacerlo.

Con esta sensibilidad en mente podemos trabajar con distintas plataformas que nos permiten, de forma anticipada, programar horarios de trabajo que se ajusten a las necesidades del negocio y de las personas, además de simular escenarios de trabajo que nos permiten diseñar una fuerza laboral que satisface, probando también, cambios en la dotación, en la operación o en las condiciones laborales del equipo.

La flexibilidad laboral puede tener varios detractores pensando en que la libertad requiere más control, sin embargo, hoy existen distintas herramientas que nos permiten tener visibilidad de todo lo que está ocurriendo, de lo que necesitamos y de lo que estamos haciendo.

Por ejemplo, existen cámaras que miden el flujo de clientes y la velocidad de atención en tiempo real, así podemos saber qué tan bien lo estamos haciendo o cuántos colaboradores extra necesitamos.

Hay quien dirá, por otra parte, que basta con eliminar esos vicios tan caricaturescos como el cigarro o el café a escondidas del jefe. Prefiero centrarme en atacar las causas que generan estos síntomas de una fuerza laboral poco empoderada. Es decir, minimizar las tareas manuales o engorrosas que hace que los colaboradores perciban que no están creando valor. En ese sentido, las largas jornadas de papeleo innecesario o tareas manuales repetitivas son dos grandes ejemplos de ello. La tecnología, aquí, puede aportar con especial eficiencia.

Así, tal como lo señala la metodología Lean, lo importante es que se puedan eliminar los desperdicios de la operación, en particular, los tiempos muertos que no agregan valor al trabajo. Porque la jornada laboral puede disminuir (como ha sucedido en los países más desarrollados) sin dañar los resultados de las organizaciones (no solo las empresas).

Es fundamental la producción al mejor ritmo posible y que los cambios sean sostenibles sin dañar la producción nacional.

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