Tras un año extremadamente diferente y complejo, es momento de sacar algunas lecciones. Ciertamente, aprendimos -de una vez por todas- el poder de las tecnologías de la información y la revolución de internet. Sin ellas, no hubiéramos podido sacar adelante nada ni trabajo ni estudios, nada.

Aprendimos que el teletrabajo no solo es posible, sino también es ventajoso. Tanto así que, según Gartner, probablemente el 48% de los colaboradores seguirán teletrabajando después del COVID-19. Más aún, el gobierno ha propuesto extender el teletrabajo hasta 2023 en parte del sector público.

Indiscutiblemente, aprendimos a re-humanizar el trabajo, priorizando la salud y seguridad de las personas ante todo; corroboramos que se puede ser resiliente no solo como personas, sino también como empresas, organizaciones, instituciones, etc.

Pero sobre todo, revaloramos el concepto de familia en todo ámbito y constatamos su importancia en el éxito de cualquier emprendimiento. Para adaptarse al cambio, reestructurarse, innovar, flexibilizar, enfrentar una pandemia, etc. su apoyo es fundamental, en lo práctico, en lo concreto, en lo físico, en lo moral y emocional.

Hoy, cuando Europa nuevamente se recluye porque el virus está descontrolado y vemos con temor avances y retrocesos, una vez más se reitera que lo único más importante es el bienestar de la familia, porque finalmente, es el principal motor.

Tenemos aquí, ante nuestros ojos, una oportunidad enorme de cultivar estas lecciones para que den frutos positivos y de esa forma mejorar la manera en que nos desenvolvemos, tanto en el trabajo como en la sociedad en general. Esa, sin duda, será una gran tarea para el 2021.

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